El Correo del Orinoco

Por Daniel R Scott *

CONTÉ CON LA SUERTE y el gran privilegio de tener entre mis manos un verdadero tesoro de nuestra historia nacional decimonónica: la colección completa de "El Correo del Orinoco", el periódico fundado por el Libertador Simón Bolívar que respondía a los altos intereses de la causa patriota y que circuló entre 1818 y 1822. Se trata de una reproducción facsimilar editada en 1968 con motivo del sesquicentenario de su aparición en Angostura. Hojear este enorme y pesado libro picado de hongos y comején es pasearse por una etapa de nuestra historia de capital importancia, es leer las sagradas crónicas de nuestro suelo patrio, informarse del complejo acaecer nacional e internacional y de sus vinculaciones con la revolución que se libraba en Venezuela para esos aciagos días.

En su primer número, en lo que hoy podríamos llamar "Una Página Editorial", se habla del contenido, fines e ideales que orientan a la gaceta, valiendo la pena resaltar una frase que sigue tan vigente como en ese primer numero: "Somos libres, escribimos en un país libre, y no nos proponemos engañar al publico." Sigue diciendo la editorial que allí se publicarán decretos, actas de gobierno, boletines del ejército, el estado del comercio, textos políticos y literarios, anécdotas, etc. Manejada por Andrés Roderick, "impresor del supremo gobierno", se podía leer en español francés e ingles, y contaba con la colaboración de personajes tan eminentes y destacados como la de Juan Gemán Roscio, Francisco Antonio Zea, Carlos Soublette y la del propio Simón Bolívar, que escribía tanto con su nombre como con pseudónimos.

En la primera revisión que le hice a tan rica colección, fijé mi intención en tres artículos: la descripción de los sufrimientos que padecieron Calabozo y San Juan de los Morros durante los días de la "Guerra a Muerte", un comentario acerca de la personalidad política de Napoleón Bonaparte en ocasión a su fallecimiento, y una anécdota o sátira acerca de Morillo. Helos aquí, respetando la gramática y ortografía de esos días:

Antoñanzas, oficial realista, se apodera de Calabozo y de San Juan de los Morros en 1812, cometiendo todo tipo de atrocidades y desmanes. El Correo del Orinoco, en su No. 11 del 25 de Septiembre de 1818 hace un escalofriante relato de los sucesos: " No fue menos desgraciada la suerte de Calabozo y de San Juan de los Morros, en donde Boves y Antoñanzas asesinaron por sus propias manos a casi todos sus habitantes, siendo los de aquel pueblo apacentadores de ganado, y los de éste sencillos labradores, todos pacíficos y todos muy agenos de tomar parte en la guerra ni en política. Si en San Juan de los Morros dexaron muchos vivos, solo fue para que suspendidos en las empalizadas sirviesen de blanco a sus soldados para exercitarse a dar lanzadas y sablazos, haciéndose una diversión por el estilo de los torneos de la antigua caballería. Dos años se habían pasado, y todavía se veían suspensos allí los esqueletos humanos."

Esta noticia debió llenar de horror a cualquier lector civilizado. Napoleón Bonaparte, quien traicionó los ideales de esa revolución de 1789 que el mismo abrazó, coronándose como emperador hereditario, también ocupó las páginas de este órgano a la hora de informar acerca de su muerte. El 27 de octubre de 1821 se reseñaba: " Lo hicieron soberano, ¿cómo podía este pupilo de la escuela militar egercer las funciones de la soberanía? Un oficial no tiene idea de poder dividido: su patriotismo es el amor a la tropa y de su profesión: el obedecer órdenes y las da, pero en ambos casos son órdenes absolutas. Háblesele de deliberación, de debate, de libertad de obrar, de hablar aun siquiera de opinión, y contestará que todo cuerpo accesible a estos privilegios debe caer en confusión y ser destruido para siempre." Y nuestra historia, coincidencialmente, ha llenado de vigencia a esta opinión.

Morillo, el de la Pacificación de Costa Firme, oficial realista, fue objeto de chistes y burlas por parte del órgano fundado por Bolívar, dejando constancia de ese humor que caracteriza al venezolano aún en sus horas más sombrías. En el ejemplar del 16 de diciembre de 1820 se lee lo que fue también una anécdota entre la oficialidad y la tropa: "Estando una noche en Valencia el general Morillo en una visita de las que él frecuenta en semejantes horas, oyó tremendo ruido de cencerros, algazara y cánticos lúgubres. Se sobresaltó, temiendo algún castigo del cielo o de la tierra, porque es su costumbre soñar con el espectro de sus víctimas, y con los puñales de sus verdugos. Saltó luego atolondrado de la cama, y asomado a la ventana vio de repente un cortejo fúnebre con hachas encendidas, un populacho inmenso todo enlutado, un féretro mortuariamente adornado, y una pompa sepulcral. A este espectáculo de horror tembló el conde de Cartagena, dudando si le llevarían a enterrar vivo; pues haciendo alto el acompañamiento delante de su ventana, dijo en tronante voz: 'Este es el entierro del despotismo: en este ataúd llevamos las teas de la inquisición, el cetro despótico de Fernando, la lanza de Boves, y la espada expedicionaria.' Con estas voces se estremeció Morillo, pero no de cólera, y exclamó: 'Por qué a tales actos no me convidáis? Esperadme, me voy a vestir: también yo quiero asistir a los funerales del despotismo' " ¡Cómo se habrá reído el lector!

El Correo del Orinoco circuló por poco tiempo, lo mismo que los sueños de unión de Bolívar; pero hoy, por ventura, disponemos del tesoro documental, literario e histórico que significó los años de su publicación.
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*Daniel R Scott es bibliotecario y escritor venezolano (San Juan de los Morros, estado Guárico)

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